Mujeres Adventistas Históricas

“¿Pero qué rayos harían con Elena de White?”, preguntó con asombro la interlocutora. A ella recién le habían contado que una cierta iglesia adventista no les permitía a las mujeres estar en el púlpito o predicar.

Profeta, consejera espiritual, predicadora, escritura, líder de la iglesia, la lista es impresionante. Pero cuando añades mujeres, esposa, madre es asombroso que Elena de White fuera todo eso y más. Pero de alguna manera pensamos de ella como una anomalía, y no olvidamos que de hecho ella fue una de muchas mujeres que ayudó a construir la iglesia. Ella fue la única con el don de profecía, pero otras mujeres desempeñaron roles importantes en casi todos los aspectos de la vida de nuestra iglesia, incluyendo el ministerio pastoral y la administración y si, predicación y evangelismo.

Sarepta Henry

Una de ellas, Sarepta Myrenda Irish Henry, combinó la predicación poderosa y la administración. Una activista de la temperancia y evangelista nacional por la Unión Femenina por la Temperancia Cristiana antes de convertirse en una adventista del séptimo día, ella habló ante multitudes a lo largo de los Estados Unidos. Una vez ella fue invitada a hablar en Sahbbona, Illinois, para dar tres sermones. “En vez de eso ella se quedó por tres semanas. La comunidad fue conmovida hasta lo más profundo. Al cierre de las reuniones, la Sra. Henry realizó un servicio especial para los 200 conversos, la mayoría de los cuales nunca habían sido miembros de alguna iglesia antes, 79 de los cuales eran… infieles jurados”[1].

Los viajes y el pesado trabajo de Sarepta afectó su salud. Para 1895 ella estaba casi inválida. Ella fue al Sanatorio de Battle Creek para conseguir tratamiento. Mientras estuvo allí en 1896 se convirtió en una adventista[2]. Sarepta buscó el consejo de Elena de White sobre que debía hacer después de su bautismo y Elena de White la alentó a continuar su trabajo sobre la temperancia y en hablarles a las multitudes[3]. Poco después de su bautismo, Henry de hecho habló en el Tabernáculo de Battle Creek ante una audiencia de 2.500.  Oliver Willard, editor del Chicago Post, escribió después de que ella habló en la Universidad del Noroeste que su discurso fue “una de las piezas más hermosas del arte de las palabras” que él hubiera escuchado jamás[4].

Sarepta se preocupó acerca del estado de las mujeres adventistas. Comparado con las mujeres con las que ella había estado trabajando, las mujeres adventistas eran apáticas, inexperimentadas y poco comprometidas. Alentada por cartas de Elena de White, ella comenzó un “Ministerio de la Mujer” para la Asociación General, la cual le concedió una licencia ministerial en 1898[5].

Henry continuó su ministerio[6] hasta su inesperada y repentina muerte mientras asistía a un comité de la Asociación General en Greysville, Tennessee, en Enero de 1990.

Otras Mujeres en el Ministerio

Mientras aumenta el interés en entender el lugar de la mujer en la iglesia, especialmente en el ministerio, algunos han “olvidadas” mujeres del pasado se están volviendo más conocidas actualmente. En la Enciclopedia Adventista de un tomo, Ellen Lane aparece en una significativa oración en un artículo acerca de su esposo, Elbert B. Lane: “Durante su enfermedad, su esposa, Ellen, tomó su lugar en el púlpito y en la visitación, y desde ese entonces predicó independientemente con un éxito pronunciado”[7]. En la versión revisada de dos tomos ella tiene un artículo propio, declarando que ella fue la primera mujer en recibir una licencia ministerial (1868). Esta fue concedida por la Asociación de Michigan y renovada en 1878[8]. Ella trabajó con su esposo en Pennsylvania y en Virginia. Una sábado a la mañana, en Virginia, Elbert habló a 35 oyentes y al día siguiente 650 personas se reunieron para escuchar a Elena hablar[9].

Una licencia ministerial o “licencia para predicar” era significativa para estas mujeres, porque significaba que ellas habían sido “examinadas por un comité competente en lo relacionado a sus cualificaciones doctrinales y educacionales”[10]. En1878-1879, las Asociación de Kansas, Minnesota y Kentucky-Tennessee también entregaron licencias a mujeres predicadoras. Para el tiempo del Congreso de la Asociación General de 1881, al menos siete mujeres tenían licencias ministeriales.

Hattie Enoch tuvo una licencia para predicar, se le fue concedida por primera vez en Kansas en 1879. Elena de White estuvo presente en las reuniones de la Asociación e incluso “habló con cierta extensión sobre el tema de las licencias”[11]. G. I. Butler le escribió a Elena de White en 1881 que el presidente de la Asociación de Kansas, Smith Sharp, hacía uso pleno de aquellos que tenían licencias. Él escribió “Entre estos están Marshall Enoch y su esposa que es una oradora pública que trabaja con su esposo. El Pr. Cook (pastor de Kansas, que pronto se convirtió en el presidente de la Asociación) piensa que ella es la mejor obrera en tales asuntos que cualquier otro pastor en el estado”[12].

Tal vez incluso más notable fue la historia de Lulu Wightman. Ella recibió una licencia en 1898 y entre 1896 y 1905 ella levantó 12 iglesias en el estado de New York. Su esposo, que recibió una licencia en 1904, y ella establecieron otras cinco iglesias. S. M. Cobb, un pastor contemporáneo a la Sra. Wightman, escribió en 1897 que la Hermana Wightman “ha logrado más en los dos últimos años que cualquier otro ministro en este estado”. El reporte estadístico de la Asociación General de 1903 reportó que en New York habían 11 pastores y dos instructores bíblicos, pero el 60 por ciento de los nuevos conversos fueron ganados por los Wightman y una instructora bíblica, la Sra. D. D. Smith”[13]. Desafortunadamente, los Wightmans se volvieron descontentos y desanimados y más tare dejaron la Iglesia Adventista.

Otra destacada predicadora fue Jessie Weiss Curtis en Pennsylvania. El Dr. J. M. Hoffman, que fue evangelista y director del Centro Times Square en la ciudad de New York por 20 años trabajando para las personas judías, contó como él fue traído dentro de la Iglesia mediante su ministerio. “Ella si que era una predicadora, y la primera vez que fui a la iglesia alguien le dijo que un hombre judío estaba en la iglesia con su esposa. Ella cambió el tema y predicó sobre las 70 semanas. Jessie Weiss Curtis era una predicadora impresionante y levantó una iglesia en Drums, Pennsylvania, donde me convertí en un miembro. Mi esposa, Trudie, y yo fuimos bautizados al mismo tiempo”[14].

La fama de la Sra. Curtis como predicadora fue tal que en 1927, un periodista de un periódico fue a investigar que pasaba en su tienda. Él reportó “viniendo de un radio de 30 kilómetros ha habido hasta 110 automóviles estacionados en un solo servicio”[15]. La Enciclopedia Adventista del Séptimo Día dice que ella comenzó su obra como una instructora bíblica con algunos importantes pioneros como H. M. J. Richards de La Voz de la Profecía; Ned Ashton, más tarde pastor de la iglesia de Sligo; y F. H. Robins, más tarde presidente de la Unión de Columbia[16]. Ella también tuvo muchos hombres importantes bajo su dirección como internos, incluyendo a N. R. Dower, quien más tarde se convirtió en el Secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General[17].

Valentía

Ninguna historia de las mujeres en el ministerio y la administración podría estar completa sin contar la vida de Anna Knight. Sus mismos logros son extremadamente impresionantes, pero cuando se tiene en cuenta los tiempos en lo que ella vivió, y los desafíos de pertenecer a dos minorías: mujeres y negros, ella fue asombrosa.

Anna Knight esencialmente aprendió sola a leer, y así entró a la Iglesia Adventista. Después de graduarse del Colegio de Battle Creek con un título de enfermera, ella regresó a su Mississippi natal para construir una escuela de sostén propio para niños negros[18].

Una vez, mientras estaba en su hogar de vacaciones, ella fue ridiculizada porque en los sábados ella tomaba material de lectura, un perro, y un revólver y se adentraba en el bosque. “El perro”, ella decía, “es para repeler a los cerdos salvajes. El revólver era para repeler a las personas”[19].

Cuando ella asistió al Congreso de la Asociación General de 1901[20] como delegada, ella regresó emocionada acerca de las misiones y pronto estuvo en camino hacia la India. Después de varios años, ella recibió la noticia de que había problemas en su hogar y en su escuela. Cuando la Asociación General fue incapaz de enviar a alguien para encargarse del problema, ella pidió una licencia para hacerlo ella misma. Eventualmente se le pidió que comience un Sanatorio para personas negras en Atlanta. Así fue como comenzó la primera Asociación de Mujeres Jóvenes Cristianas (YWCA por sus siglas en inglés) “de color”. En cierto momento, Anna Knight sirvió como secretaria de Misión Doméstica, Misioneros Voluntarios, Educación y Escuela Sabática de dos uniones al mismo tiempo[21][22].

Otra mujer de servicio distinguido fue Minerva Jan Loughborough Chapman, una hermana de J. N. Andrews. Ella sirvió por 26 años en la Asociación Publicadora de la Review and Herald y 9 años como editora del Youth’s Instructor. Ella se negó a recibir un salario en ese tiempo[23].

Desde 1875 a 1877 Minerva Chapman sirvió como Secretaria de Correspondencia de la Asociación General. En 1877 a ella se le pidió que sirva como tesorera de la Asociación General, editora del Youth’s Instructor, secretaria de la Asociación Publicadora y secretaria y tesorera de la Sociedad de Tratados y Misioneros, la predecesora de tanto el Departamento de Publicaciones como del de Ministerios Personales.

Aunque ella fue bien conocida en su tiempo, Chapman ha sido casi completamente olvidada por la Iglesia a la que ella sirvió tan bien. En su historia de los adventistas del séptimo día de cuatro volúmenes, Arthur W. Spalding no la menciona, aunque si menciona a otras 24 mujeres. LeRoy Froom no la menciona en “La Fe Profética de Nuestros Padres”, ni tampoco M. E. Olsen en su “Una Historia del Origen y Progreso de los Adventistas del Séptimo Día”[24].

Hay muchas más mujeres: Maud Sisley Boyd, la primera mujer soltera misionera y ayudante de tanto J. N. Loughborough y J. N. Andrews; Maria Huntley, la única mujeres, además de Elena de White, en ser invitada para dar un discurso en el Congreso de la Asociación General en Minneapolis[25]; Anna Georgia Burgess, una de las primeras misioneras adventistas del séptimo día en la India; Grace Agnes Clark, destacada misionera y lingüista en el Este de África; Betty Haskell, misionera y maestra de instructores bíblicos; y Minnie Sype, evangelista, pastora, administradora y misionera. Las lista sigue y sigue. Actualmente más y más mujeres están siendo redescubiertas en los anales de la historia adventista.

La historia de nuestra iglesia ciertamente hubiera sido muy diferente sin el ministerio de estas mujeres. ¡Que error hemos cometido al ignorar esta historia y cuando censuramos el ministerio de mujeres que incluso ahora ofrecen su servicio, amor y dedicación!


Fuente: Ministry Magazine, 1 de Agosto de 2001, pp. 5-7


Referencias

[1][1] Margaret White-Thiele, Whirlwind of the Lord (Hagerstown, Md.: Review and Herald Pub. Assn., 1998), 179.

[2] ‘Henry, Sarepta Myrenda (Irish),”  Seventh-day Adventist Encyclopedia, Second Revised Edition (Hagerstown, Md.: Review and Herald Pub. Assn., 1996).

[3] Ellen G. White, Daughters of God (Hagerstown, Md.: Review and Herald Pub. Assn., 1998) 130.

[4] John G. Beach,  Notable Women of Spirit (Nashville: Southern Pub. Assn., 1976), 91.

[5] Josephine Benton,  Called by God  (Smithsburg, Md.: Blackberry Hill Pub., 1990), 230.

[6] A fines de 1899, la Sr.a Henry report “He estado ausente de mi hogar por cinco meses, he viajado por más de 14.000 kilómetros; he hablado en 214 ocasiones, fui sujeta a casi todas las condiciones de vida y clima que hibieran probado la fortaleza del más robusto, y aún así he regresado en una buena condición para trabajar… Después de un día de descanso he retomado el trabajo que me estaba esperando en mi oficina” (White-Thiele, 285)

[7] Lane, Elbert B.”  Seventh-day Adventist Encyclopedia,  1976.

[8] “Lane, Ellen S.”  Seventh-day Adventist Encyclopedia,  2nd revised ed., 1996.

[9] Rosa Taylor Banks, ed., A Woman’s Place (Hagerstown, Md.: Review and Herald Pub. Assn, 1992),  66.

[10] Bert Haloviak, “The Adventist Heritage Calls for Ordination of Women,”  Spectrum,  Vol. 16, No. 3, 1985, 52.

[11] Ibid.

[12] Ibid., 53.

[13] Banks, 67, 68.

[14] Benton, 226.

[15] Ibid., 223.

[16] “Curtis, Jessie Weiss,”  Seventh-day Adventist Encyclopedia,  1976.

[17] Benton, 118.

[18] Banks, 61, 62.

[19] Mervyn C. Maxwell,  Tell it to the World  (Nampa, Idaho: Pacific Press® Pub. Assn., 1976), 190. Maxwell además declara: “Cuando era una niña, ella hacía sus propios arcos y flechas, y supuestamente era capaz de dar en el nudo de un árbol a 100 metros”

[20] Benton, 89, 90. Benton reporta que a Knight se le pidió que de un reporte de su obra en el Congreso de la Asociación General. Ella reportó que en dos años había establecido una escuela con 24 alumnos para niños negros y había construido una escuela confortable libre de deuda. Ella llevaba a cabo dos escuelas dominicales, y había dado gran cantidad de cursos sobre salud y temperancia, y había tratado a los enfermos.

[21] Maxwell, 190, 191.

[22] 22 Benton, 223. En su autobiografía, “Mississippi Girl”, Anna Knight relata que “Desde 1911 he mantenido un registro minucioso de la obra que he hecho. He tenido que hacer reportes mensuales a la asociación; por lo tanto, formé el hábito de mantener un registro diario. Pensando que podría añadir interés al reportar, estoy dando un resumen adjunto de cuatro cosas: He mantenido 9.388 reuniones y he hecho 11.744 visitas misioneras. Mi obra requirió que escribiera 48.918 cartas, y para llegar a mis citas he viajado 554.439 millas. Este reporte no incluye la distancia hacia o desde mi campo de misión, la India, no incluye la distancia que viajé allí.

[23] Maxwell, 185.

[24] Beach, 23, 24.

[25] Banks, 47.

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