IGUALDAD DESDE EL PRINCIPIO: LA MUJER EN LA HISTORIA DE LA CREACIÓN

IGUALDAD DESDE EL PRINCIPIO: LA MUJER EN LA HISTORIA DE LA CREACIÓN

Por Gerhard F. Hasel

 

Introducción

Los primeros capítulos de Génesis son de importancia crucial en dos sentidos: (1) los orígenes de nuestro mundo y para (2) determinar las relaciones entre el hombre y la mujer. Sin estos capítulos, cualquier entendimiento de la mutualidad entre el hombre y la mujer es perjudicado y unilateral.

Una investigación del estatus del hombre y la mujer en Génesis 1-3 es justificada por nuevas cuestiones sobre el estatus de las mujeres en la iglesia y por evaluaciones contradictorias de la evidencia de estos capítulos. Algunos intérpretes dicen que “el hombre asiste pasivamente en la creación [de la mujer]” y ya que “la mujer [es] formada del hombre, [ella] le debe toda su existencia a él”[1]. De la misma manera, se dice que la mujer es inferior y subordinada al hombre por “el hecho que ella es la ayuda del hombre, y es nombrada por él…”[2]. Otro punto de vista mantiene que donde Génesis 1 reconoce la igualdad del hombre y la mujer, Génesis 2 hace de la mujer un ser secundario, subordinado e inferior[3]. Se observa que Génesis 1:26-28 “dignifica a la mujer en poder y gloria con el hombre”, mientras que en Génesis 2 “la hace una simple idea tardía”[4].

Otros, sin embargo, sugieren, basándose en Génesis 1-3, que el varón y la mujer son creados iguales, y que la mujer no es una idea tardía de la creación. Para ellos, la mujer como la última de toda la creación, es su clímax y culminación. La mujer es la corona de la creación[5]. Estos puntos de vista contradictorios claman derivar de Génesis 1-3, y merecen una investigación cuidadosa de la evidencia. Esto resulta aún más importante porque estos capítulos describen el estado perfecto del hombre antes del pecado y los cambios de gran alcance introducidos por el pecado, desde entonces se perpetuaron y expandieron hasta alcanzar proporciones inmensas.

El hombre y la mujer en Génesis 1

En el sexto día de la semana de la creación, después que todo lo demás había sido creado, Dios dice, “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza: y que señoreen sobre los peces del mar y sobre las aves de los cielos y sobre las bestias de toda la tierra, y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Y Dios creó al hombre a Su imagen, a la imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó (Gn 1:26, 27, NASB).

Este sublime relato de la creación del hombre es parte de la breve narración de la creación (Gn 1:1-2:3), el cual es complementado con detalles más específicos en el resto del capítulo 2[6]. El primer punto es  que el término hebreo para “hombre”, en estos dos versículos, no es un equivalente al nombre Adán. “Hombre” (‘ādām) incluye a ambos, “varón y mujer” (1:27). Es un término genérico para referirse a la humanidad[7].

Debería subrayarse que el hombre es creado como ambos, “varón y mujer.” No hay distinción entre los sexos en términos de superioridad o subordinación. El hombre existe como una criatura completa en forma única como varón y mujer. En realidad, el significado completo de ‘ādām es entendido solamente cuando hay un varón y una mujer.

El hombre fue creado para vivir en comunión constante con los demás. Aunque el hombre es la primera criatura formada (Gn 2:7), y puesto en el jardín del Edén “para cultivarlo y mantenerlo” (Gn 2:15, NASB), él todavía no es una criatura perfecta y completa: “No es bueno para el hombre el estar solo” (Gn 2:18). Solamente con la creación de la mujer el hombre existe en completo y armonioso compañerismo y comunión.

En la definición de la humanidad como heterosexual,* el Creador estableció igualdad completa entre el hombre y la mujer. Génesis 1 no conoce de ninguna superioridad de un sexo sobre el otro[8]. La mujer no está subordinada al hombre. Ella no tiene un lugar inferior ni su papel es más bajo que el del hombre.

Es sorprendente que ambos, “varón y mujer”, son creados a la imagen de Dios (Gn 1:26f). El ser humano en su heterosexualidad— aquí el énfasis no es tanto sobre un apetito sexual divinamente dotado, sino más en la unidad y la comunión mutua—es creado a la imagen de Dios. No hay distinción en términos de superioridad o inferioridad.

La bendición de Dios es derramada sobre ambos, “ellos”; esto viene al ser humano (‘ādām) como hombre y mujer. Esta es una “bendición” que los capacita para ser fructíferos y para multiplicar y así perpetuar la especie humana. La responsabilidad de ambos, el hombre y la mujer, en la propagación y perpetuación de la humanidad, descansa en manera equitativa sobre ambos.

La tarea de “subyugar” la tierra (Gn 1:28) y de “regir” sobre el mundo animal (Gn 1:26, 28), es también aplicado a ambos: hombre y mujer. El ser humano como “la obra suprema del Creador” mantiene su posición real en su regimiento sobre (¡no la explotación de!) el reino animal. Ambos, el hombre y la mujer, son elevados a un estatus igualmente noble en su ejercicio de dominio sobre el mundo creado.

En resumen, en Génesis 1, el ser humano (‘ādām) es creado hombre y mujer. Ambos, el hombre y la mujer, comparten su creación a “la imagen de Dios”; ambos encuentran su significado completo en una relación y comunión mutuas; ambos reciben el poder para propagar y perpetuar la especie humana; ambos son para “subyugar” la tierra y “regir” sobre el reino animal en su posición común como vice regentes sobre la creación de Dios. Ellos son iguales, cada uno con su propia individualidad.

El hombre y la mujer en Génesis 2

El relato en la historia de Génesis 2:4-25, añade detalles a la historia de Génesis 1, complementándola sobre puntos cruciales. En Génesis 2:7, “el ser humano” (hā‘ādām, o Adán) es la primera criatura formada del polvo de la tierra. Dios sopló en él “el soplo de vida” y “el ser humano llega a ser un ser viviente” (NASB).

Dios coloca “al ser humano” en el jardín del Edén para que lo cultive y lo atienda (Gn 2:15). Esta referencia, pareciera, referirse al hombre, porque el cultivo y el cuidado del jardín es una actividad identificada con el hombre (cf. Gn 3:17-19).[9] Una existencia significativa y completa puede ser experimentada por el hombre solamente en conexión con el trabajo. La mujer es creada después que el hombre había estado ocupado en el nombramiento de los animales (Gn 2:20). Una observación de gran alcance brotó de esta experiencia: “No había ayuda idónea para él” (v. 20, NASB). Entonces, viene el pronunciamiento de Dios, “No es bueno para el hombre el estar solo; Yo le haré una ayuda idónea para él” (2:18, NASB).

Es importante investigar el significado del término ‘ēzer, traducido como “ayuda mutua” (KJV), “ayuda idónea” (RSV, NJV, NASB), “compañero” (NEB, NAB) y “ayuda”. Es tan importante investigar la idea de “apto para él” (RSV) o “adecuado para él” (NAB, NASB). Esta investigación debe aclarar el asunto de si estos pensamientos hacen hincapié en la igualdad o inferioridad. La expresión ‘ēzer (“ayuda”) tiene muchos usos en el Antiguo Testamento (AT). Esto debe ser distinguido del nombre femenino ‘ēzrāh, lo cual significa “ayuda”, “apoyo”. La elección del escritor de ‘ēzer para Génesis 2:18 muestra, en realidad, que él estaba evadiendo la idea de hacer de la mujer una simple “ayuda” o “apoyo” para el hombre[10].

El nombre ‘ēzer es empleado en la Biblia principalmente para Dios[11], lo cual indica que no implica inferioridad. El Señor es “la ayuda” para Israel. Como “ayuda”, él crea y salva[12]. En Isaías 30:5, el pueblo entero es designado como “la ayuda”. En Oseas 13:9, se plantea la cuestión de quién será “ayudante” de Israel cuando venga su destrucción.

En todas las instancias en el AT, “la ayuda” tiene que ver con relaciones de beneficio. El término en sí no especifica las posiciones dentro de las relaciones, ni por sí misma implica inferioridad. La posición debe ser determinada desde el contexto o contenido adicional. En el caso de Génesis 2, el contenido adicional es provisto en el versículo 18 con la palabra kəneḡdô, lo cual significa literalmente “como su contraparte”. La idea es que la mujer es una ayuda “correspondiente a él” o “al lado de él”[13]. En la medida como la mujer es hecha una ayuda a lado de y correspondiente al hombre, ella es su contraparte adecuada y compañera apropiada.

El registro de la creación de la mujer (Gn 2:21, 22) concluye la historia de la creación del hombre. En la creación de la mujer Dios solo está activo: “el Señor Dios causó un sueño profundo sobre el hombre” (2:21, NASB). El hombre mismo no tiene ninguna parte. Él no participa ni mira[14]. De la misma manera, él tampoco es consultado. La mujer le debe su origen solamente a Dios. Ella es igual al hombre con relación al que la creó a ella.

Un paralelo adicional de igualdad se expresa en la creación del hombre y la mujer desde la materia prima. Ni el hombre ni la mujer llegan a existir por la simple palabra hablada. El hombre es formado del polvo (2:7); la mujer es formada de una costilla (2:21)[15]. La “costilla” evidentemente señala a la relación del hombre y la mujer del uno al otro. “La mujer fue creada, no del polvo de la tierra, más de la costilla de Adán porque ella fue formada para una unidad inseparable y compañerismo de vida con el hombre…”[16].

La creación de la mujer de la costilla del hombre, lejos de referirse a una posición de subordinación de su parte, enfatiza el estatus de la mujer como igual con el hombre[17], superior con el hombre a los animales e inferior con él a Dios. El llamar a la mujer “la costilla de Adán” es mal interpretar el texto, el cual explícitamente explica que la costilla extraída era simplemente la materia prima de la cual Dios la transformó en una mujer.

Después de la creación de la mujer, Dios la trae al hombre, quien reconoce su igualdad y jubilantemente clama en el poema de 2:23:

Esta por fin[18] es hueso de mis huesos,

y carne de mi carne;

Esta será llamada mujer

Porque esta ha sido sacada del hombre.

En las primeras dos líneas (“hueso de mis huesos, carne de mi carne”), el hombre expresa gozo al haber recibido una compañera adecuada y pareja apropiada, la “contraparte correspondiente a él” (2:18, 20). Él subraya que su pareja es de la misma materia como él.

Las dos últimas líneas introducen por primera vez los términos “hombre” como ‘îŝ, y “mujer” como ‘iŝŝāh. Este cambio de terminología indica que el hombre como varón, existe solamente en relación con la mujer como ‘iŝŝāh, y vice versa. Con la creación de la mujer, ocurre el primer término específico para el hombre como varón. El juego lingüístico de palabras de ‘îŝ (“hombre”) e ‘iŝŝāh (“mujer”), en 2:23b, proclama la igualdad y la diferenciación en términos de hombre y mujer. No hay insinuación de inferioridad o superioridad.

Algunos intérpretes sugieren que la frase “esta será llamada mujer” (2:23b) se refiere al nombramiento de la mujer por el varón, y que, por lo tanto, el hombre tiene poder y autoridad sobre ella. Pero, el texto no apoya esta inferencia. La típica formula bíblica para nombramiento involucra el verbo “llamar” (qārā’) más el objeto explícito nombre. Esto es evidente desde el primer nombramiento en la Biblia y es continuado consistentemente en Génesis. “Y lo que el hombre llamó a la criatura viviente, ese fue su nombre. Y el hombre dio nombres a todo el Ganado; y a las aves del cielo y a cada bestia del campo” (2:19b, 20a). Al dar nombres a los animales, primero el hombre establece su autoridad y dominio divinamente dotados como representantes de Dios sobre ellos (Gn 1:28); pero, viene a reconocer que no hay una contraparte idónea para él. Debemos mantener en mente que en el AT, el otorgamiento de un nombre es un acto de poder y una aserción de propiedad o alguna otra forma de control, tal como el dar un nombre nuevo indica un cambio de estado o condición, el comienzo de una nueva existencia[19].

Pero, la cláusula “esta será llamada mujer” (2:23) no constituye el nombramiento de la pareja de Adán. Esta oración tiene el verbo “llamar”; pero, le falta la palabra esencial “nombre”[20]. Aún más, la palabra “mujer” (‘iŝŝāh) no es, en realidad, un nombre o nombre propio. Este designa la contraparte femenina del hombre con el reconocimiento de la sexualidad. Este nombramiento de reconocimiento no es una aserción de poder y superioridad sobre la mujer[21]. El hombre y la mujer son sexos iguales, ninguno teniendo el poder y la autoridad sobre el otro. La concepción de que ambos el hombre y la mujer “llegan a ser una carne” (2:24) fortalece un poco más la noción de la unidad e igualdad de ambos compañeros.

Pero ¿Qué sobre la sugerencia que la creación del hombre antes de la mujer implica una subordinación ordenada de la mujer? Se ha argumentado que el orden de secuencia establece “la prioridad y la superioridad del hombre…como una ordenanza de creación divina”[22]. En realidad, esta suposición no es correcta. El orden de la secuencia de la creación del hombre y de la mujer no implica la superioridad del hombre o la inferioridad de la mujer. Sirve una función diferente.

En la literatura Hebrea, las preocupaciones centrales de una unidad vienen, a menudo, al comienzo y al final de la unidad como un recurso inclusio. El relato complementario de la creación de Génesis 2:4-24 da señales de esta estructura. La creación del hombre primero y de la mujer después, constituye una “composición circular”[23], donde el primero y el último (segundo) corresponden uno al otro en importacia. En términos del pensamiento del escritor bíblico, esto no significa que el primero es más importante o superior y el segundo es menos importante o inferior. Por lo contrario, la existencia de la criatura creada primero, es incompleta sin la creación de la última criatura creada, como la declaración divina enfatiza: “No es bueno que el hombre esté solo” (2:18). Así, el relato de Génesis 2 se mueve a su clímax, no a su declinación, en la creación de la mujer. Su creación es reportada última, no porque la secuencia y el orden de creación implican un estatus de la mujer secundario al hombre, sino porque con el aparato literario de la composición circular, el escritor inspirado atentó indicar que el hombre y la mujer son paralelos e iguales en posición.

Pueda ser parentéticamente insertado que la importancia notable de la mujer en los relatos de la creación, son del todo más extraordinarios cuando uno se da cuenta que el registro bíblico de la creación de la mujer como tal, no tiene paralelo en la literatura antigua del Cercano Oriente. Esto indica la alta posición de la mujer en el AT y en la religión bíblica, en contraste al bajo estatus de la mujer en el Antiguo Cercano Oriente en general.

El hombre y la mujer en Génesis 3

La posición notable de la mujer como un igual del hombre, no es mantenida más tiempo después de la entrada del pecado. Las consecuencias del pecado son enormes, aún para la armoniosa relación y delicada igualdad entre el hombre y la mujer.

No es necesario repasar en detalle la historia del acercamiento de la serpiente a la mujer, su diálogo y la mujer comiendo del fruto prohibido (3:1-6a). Para la mujer, el fruto es “bueno para comer”, capaz para satisfacer los deseos físicos. Esto es, “una delicia para los ojos”, o estéticamente y emocionalmente deseable. Esto es, “deseable como una fuente de sabiduría”. Cuando la mujer actúa, ella está totalmente al tanto que lo que busca no es simplemente el satisfacer deseos divinamente dotados, sino para alcanzar una esfera mas alta de existencia, acercándose a la deidad (3:5). Bajo estas impresiones y aspiraciones, ella toma el fruto y lo come. Es sorprendente que la iniciativa y la decisión para comer son de ella solamente, sin la consulta con su esposo, sin buscar su consejo o permiso. Al separarse de su esposo, ella está “en más grande peligro que si ambos estuvieran juntos”[24].

Después que el hombre se unió a su esposa en comer del fruto, ambos son uno en el nuevo conocimiento de su desnudez (3:7). Ellos son uno en el esconderse del Señor Dios (3:8) y en su temor de Él (3:10). En los actos de desobediencia, ambos han quebrantado la relación armoniosa con su Dios. Una posición inferior de la mujer, después del pecado, nunca es implicada.

Dios dirige las primeras preguntas al hombre (3:9, 11). Finalmente, Adán admite, “La mujer a quién Tú me diste para estar conmigo, ella me dio del árbol, y yo comí” (3:12). Aquí, hay otro indicio de la armonía quebrantada entre el varón y la mujer, y el ser humano y Dios. Tal como la vergüenza es una señal de la perturbación de las relaciones interhumanas; y el temor, una señal del desorden en las relaciones divinas-humanas; así, el tono defensivo del hombre después del pecado es una señal de la interrupción de estas relaciones.

El hombre coloca la culpa sobre la mujer y, ya que ella le fue dada por el Creador, en último culpa a Dios. La mujer, a su vez, le echa la culpa a la serpiente y, como su esposo, termina culpando a Dios (3:13).

Sobre lo que sucede después el registro es explícito. Maldiciones divinas son pronunciadas sobre la serpiente (3:14) y el suelo (3:17); pero, la mujer y el hombre no son maldecidos. ¡Ellos son juzgados! El juicio sobre la mujer es de interés especial. Ella sufrirá dolor multiplicado en la preñez y al dar a luz (3:16a), 25 y su esposo “regirá” sobre ella (3:16b).

¿Qué significa la declaración problemática que el esposo (‘îŝ) de la mujer “regirá sobre ti”? A primera vista, pareciera que la aspiración de la mujer por una esfera más elevada de existencia, realmente, le ha causado el caer a una posición inferior, igualándola a otras criaturas. Pero, esto es mal interpretar el texto. El escritor cuidadosamente distingue entre el regir del hombre (‘ādām) sobre los animales, y el regir del esposo sobre su esposa. El texto Hebreo emplea dos verbos diferentes, los cuales son traducidos al inglés (y otras lenguas modernas) con la misma palabra. El regir del hombre sobre los animales es expresado con el verbo rdh (1:26, 28). El regir del hombre sobre su esposa es expresado con el verbo māšal (3:16). En más de 100 usos de formas de la raíz msl, en el AT, no hay ni un ejemplo en el cual exprese al hombre rigiendo sobre los animales. Por consiguiente, al seleccionar esta palabra, que el hombre “regirá” sobre la mujer, el escritor inspirado excluye la idea de que la mujer está siendo reducida a través del pecado a una posición igual a la de los animales.

El verbo māšal es empleado un número de veces con Yahweh como el sujeto[25]. Cuando es usado para el hombre, es empleado para el regimiento del hombre sobre la creación (Sal 8:7), sus hermanos y hermanas (Gn 37:8), los esclavos (Éx 21:8) y las naciones (Dt 15:6), o de las naciones rigiendo otra nación (Joel 2:17). El hombre también puede “regir sobre” o “estar a cargo de” las posesiones de alguien (Gn 24:2; Sal 105:21). El verbo también puede referirse al “control-propio,” o el regir de uno mismo (Gn 4:7; Sal 19:14; Prov 16:32). Un uso común es “regir” en la esfera política[26]. Resulta obvio que el verbo māšal, siendo usado en una actividad de Dios, el hombre, la mujer, la nación, etc., tiene múltiples matices. Parece cierto que esto implica subordinación. Otra vez, el contexto y el contenido adicional debe definir la naturaleza de la subordinación de la mujer al hombre.

Es un hecho de la naturaleza que la mujer no está subordinada al hombre en lo intelectual, mental, emocional y otras esferas de existencia. Una mujer podía tomar parte en estatus igual con el hombre en el liderazgo religioso y político del antiguo Israel. María sirvió como una consejera de gobierno (Éx 2:4, 7-8; 15:20, 21) y era una profetiza (Éx 15:20). Débora sirvió como “juez” a la par con otros jueces (Jue 4-5). Atalía reinó como reina sobre Judá por seis años (2 R 11). Hulda, la profetiza, era consultada por los ministros del rey

(2 R 22:14). La esposa de Isaías era una “profetiza” (Is 8:3). Ambos, hombres y mujeres, podían tomar el voto Nazareno, y dedicarse y separarse para Dios (Nm 6:2). El libro de Ester nos dice cómo la nación fue salvada por una mujer. Las mujeres fueron empleadas por Dios para hacer un trabajo para Él, tal como lo hacían los hombres[27].

Regresando al significado de la declaración que el hombre “regirá” sobre la mujer, uno necesita enfatizar que a esto sigue la declaración que su “deseo” (RV, RSV, NASB) o “impulsos irresistibles” (NAB, NJV, NEB, margen) será para su esposo (3:16). (El mismo térmi no Hebreo también se usa del “deseo” del hombre o “deseo irresistible” por su amada [Cnt 7:11]. Ambos, el hombre y la mujer, tienen un deseo natural y fuerte uno para el otro).

Lo que merece atención es esto: la declaración divina que el hombre “regirá” sobre la mujer, está colocada dentro del contexto de las relaciones del hombre/la mujer en el matrimonio. El trabajo en la preñez, el dolor al dar a luz y el “deseo de la esposa para su esposo”, todo toma lugar en el matrimonio. Después de esta referencia triple sobre cambios en la institución del matrimonio, viene la sentencia, “Él regirá sobre ti” (3:16). El escenario contextual de la institución matrimonial provee una ayuda crucial para comprender lo que esto significa. El regir del hombre sobre la mujer es restringido a la esfera del matrimonio[28]. Esto no apoya la dominación y supremacía masculina en todas las esferas de la vida.

¿Cuál es el significado de que el hombre rija sobre su esposa? ¿Significa dominación masculina y supremacía en el matrimonio? ¿Implica esto que la mujer es reducida a una esclava que obedece ciegamente? ¿Apoya esto al gobierno del hombre como un déspota? ¿Significa esto la pérdida de la individualidad de la mujer, el rendimiento de su voluntad a la de su esposo? Ni el AT ni el NT dan algún indicio de contestar con un sí a cualquiera de estas preguntas. Sin embargo, el pecado interrumpió no solamente la armonía entre el ser humano y Dios, sino también la armonía del esposo y la esposa. La armonía en el matrimonio puede ser preservada solamente por sumisión por parte de uno sobre el otro. Así, el hombre es la cabeza de la mujer como el Padre es la cabeza de Cristo (1 Co 11:3). Como el Padre y Cristo son iguales y aún Dios es la cabeza de Cristo, así el esposo y la esposa son iguales, más el esposo es la cabeza. Él es el primero entre iguales, y es controlado por un amor modelado por el amor de Cristo para con su iglesia (Ef 5:25).

Que el hombre, en realidad, usurpa el poder y la autoridad sobre la mujer (contrario a la voluntad de Dios), ya está ilustrado en Génesis 3. El registro reporta, “Ahora el hombre llamó a su esposa Eva, porque ella era la madre de todos los seres vivientes” (3:20). Adán nombra a su esposa. Ya ha sido demostrado más arriba que la fórmula bíblica para nombrar contiene el verbo llamar y el objeto nombre. Ambos elementos están presentes aquí. Al nombrar a su esposa, Adán afirma posesión y control sobre ella. Pero, no hay aprobación del nombramiento de Adán sobre su esposa. Es un acto que pervierte la relación divinamente establecida entre el esposo y la esposa. Significativamente, esto es seguido por la expulsión del jardín del Edén (3:22-24).

A pesar de esta perversión, sin embargo, la esposa del israelita de ninguna manera estaba sobre un nivel mucho más bajo que la del hombre, ni fue reducida a la esclavitud. Aunque un israelita podía vender sus esclavos (Éx 21:2-11; Dt 15:12-18), él nunca podía vender a su esposa, aunque él la haya adquirido como un cautiva en la guerra (Dt 21:14). Dentro del círculo familiar, la ley ordenaba que igual honor sea dado a la madre y a la esposa tal como al padre[29]. El libro de Los Proverbios insiste en el respeto debido a la madre de uno[30], y la unión de un hombre con una mujer es claramente mostrado como la norma, ambos por la ausencia de cualquier alusión a las discordias de la poligamia, y por el lazo completamente personal que se entiende que debe existir entre el esposo y la esposa. Los dos comparten la educación de los niños y es supuesto que los dos hablan con una voz (Prov 1:8f; 6:20; etc.). El esposo es instado a no simplemente ser leal con su pareja, sino apasionado (Prov 5:19); un voto matrimonial quebrantado es un pecado contra un compañero y amigo (Prov 2:17).  Esto es muy diferente a la antigua idea, no poco común, de que la esposa sea un inmueble y criadera de niños, pero no compañera.

Lejos de ser un cero a la izquierda, la mujer es la que hace o deshace de su esposo. Ella es un favor y una bendición dada por Dios (Prov 18:22; 19:14); en realidad, ella es “la corona de su esposo” (Prov 12:4) o, sino, “como carcoma en sus huesos” (Prov 12:4). La esposa capaz es un modelo de constancia benevolente; ella es una sabia administradora, una comerciante ahorrativa, una talentosa artesana, filántropa generosa y una guía capaz, cuya influencia y buena reputación le asegura una elevada posición en la comunidad, donde lo que ella tiene que decir clasifica como consejo sabio y de fiar (Prov 31:10-30). Todo esto muestra una bien elevada opinión de la mujer.

Algunos sugieren que la mujer tenía una posición vastamente inferior en el Israel antiguo, porque ella no servía como sacerdotisa en el santuario. Pero, es precario interpretar en esto, la idea que ella clasificaba más abajo que el hombre en las cuestiones religiosas. Nosotros tenemos que recordar, por el bien de la perspectiva, que mujeres figuraban prominentemente como profetizas (María, Hulda, etc.) y líderes en los asuntos del estado (Débora, Batsabé, Atalía, Jezabel). Las mujeres participaron de lleno en las actividades religiosas en relación a los festivales anuales de la Pascua, el Pentecostés y los Tabernáculos (Cabañas).

Aunque el AT no da razón del porqué las mujeres no sirvieron como sacerdotisas, pudo haber sido para preservar a Israel de influencias cananitas[31]. Las sacerdotisas jugaban un papel importante en el culto absolutamente inmoral de los cananitas. La religión de fertilidad cananita llegó a ser una amenaza mortal, aún sin el establecimiento en Israel del culto envolviendo ambos sacerdotes y sacerdotisas. En Su providencia divina, Dios parece haber reducido a lo mínimo posible vías de penetración para la inmoralidad cananita. Y también, debe recordarse que la orden sacerdotal de servicio prescribía ciertos períodos de tiempo para servicio en el santuario central. Esto no se prestaba muy bien para el servicio de las mujeres, ya que ellas eran consideradas ritualmente impuras por determinados períodos de tiempo, durante la menstruación y después del parto.

En vista de estas consideraciones, no parece ser un argumento fuerte que, como la mujer en los tiempos de Israel, no servía como sacerdotisa, ellas no pueden servir hoy bajo diferentes circunstancias (ninguna influencia cananea y ninguna impureza ritual) a sus capacidades en todas las líneas de trabajo en la iglesia.

Conclusión

Ahora, queda resumir nuestras conclusiones y estudiar sus implicaciones para la iglesia en estos tiempos. Génesis 1 enfatiza la igualdad completa entre el hombre y la mujer. Génesis 2 no está en tensión u oposición a esta figura, mas corrobora la declaración comprimida de Génesis 1, complementándolos con detalles adicionales. Que la mujer es creada para ser “la ayuda” del hombre, expresa una relación beneficiosa y armoniosa entre el hombre y la mujer. Solamente la mujer es una compañera capaz al lado y correspondiente al hombre; ella es su compañera igual (2:18, 20).

El hecho que la creación de Adán fuera antes de la de Eva no implica de ninguna manera superioridad de su parte. Es escritor inspirado, reportando la creación del hombre al comienzo (2:7) y el de la mujer al último (2:18-25), usó el método inclusio de una composición circular donde el primero y el último son paralelos e iguales en posición.

Con la entrada del pecado al mundo (Gn 3), la armonía completa y total entre Dios y el ser humano, el ser humano y el hombre/la mujer, y el ser humano y el mundo es interrumpido. Pero, la declaración divina que el hombre “regirá” (māŠal, no rādah) sobre su esposa (3:16) indica que ella no es reducida a una esclava o animal. Y el contexto de Génesis 3:16 indica que la esfera de la sumisión de la mujer es restringida a la relación matrimonial.

Debe recordarse, también, que la función de regir del esposo no es parte de la creación perfecta de Dios sino un resultado del pecado. Esto tiene implicaciones de inmenso significado para la tarea de proclamar el evangelio. Si la salvación tiene que ver con la reproducción de la imagen de Dios en los seres humanos bajo la guía del Espíritu de la Verdad[32], entonces ¿No es la responsabilidad de la iglesia precisamente ocasionar la reproducción de la imagen de Dios en el ser humano, para restaurar la armonía entre Dios y el ser humano, para establecer igualdad y unidad donde ahora hay inecualidad y desunidad? ¿No involucraría esto entre muchas cosas una restauración de igualdad entre los hombres y las mujeres en las esferas de actividad donde la declaración divina de que el esposo regiría sobre su esposa y la sumisión de la esposa a su esposo no aplicaría?

Además, la urgencia de la tarea y la premura del tiempo ¿Acaso no requiere la utilización de todos nuestros recursos de mano de obra de hombres y mujeres, lo cual incluye la participación completa de las mujeres en la actividad ministerial? Si “en Cristo” no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer (Gá 3:28), ¿Acaso esta unidad e igualdad no llama por un esfuerzo unido para terminar la tarea donde ambos “hombres y mujeres” (3:28), participen en completa igualdad de responsabilidades y privilegios en todas las líneas de trabajo para acelerar la venida de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo?


Referencias

[1] E. Jacob, Theology of the Old Testament (New York: Harper & Row, 1958), 173; cf. S. Hooke, “Genesis”, Peake’s Commentary on the Bible, eds. H. Rowley y M. Black (London: Th.

Nelson, 1962), 75, 179.

[2] John A. Bailey, “Initiation and the Primal Woman in Gilgamesh and Genesis 2-3” Journal of Biblical Literature 89 (1970): 143; cf. A. van den Born, “Frau”, Bibel-Lexikon, ed. H. Haag, 2da ed. (Einsiedeln: Benzinger Verlag, 1968), 492; Claus Westermann, Genesis (Neukirchen-Vluyn: Neukirchener Verlag, 1970), 315f. En adelante JBL.

[3]  Eugene E. Maly, “Genesis”, en The Jerome Bible Commentary, eds. R. E. Brown, J. A. Fitzmyer y R. E. Murphy (Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall, 1968), 12, concluye que “la existencia de la mujer, psicológicamente y en el orden social, es dependiente del hombre”

[4] Elizabeth C. Standon, The Woman’s Bible (New York: European, 1895), 1:20. Cf. Elsie Adams y Mary L. Briscoe, Up Against the Wall, Mother… (Beverly Hills: Glencoe Press, 1971), 4; Sheila D. Collins, “Toward a Feminist Theology”, Christian Century (August 2, 1972): 798.

[5] Así, Bailey, JBL 89 (1970): 150; John L. McKenzie, “The Literary Characteristics of Gen. 2-3”, Theological Studies 15 (1954): 559; Walther Eichrodt, Das Menschenverständis des Alten Testaments (Zurich: Zwingli-Verlag, 1947), 35, y otros

[6] La evaluación de la escolaridad liberal tradicional de que hay dos diferentes narrativas de la creación lo cual manifiesta “irreconciliables” contradicciones (tal como H. H. Rowley, The Growth of the Old Testament [New York: Harper & Row, 1963], 18, y muchos otros) no pueden ser sostenidos. La diferencia en el uso de los nombres divinos es mejor explicado, teniendo en cuenta los diferentes aspectos semánticos asociados por cada uso (véase M. H. Segal, The Pentateuch [Jerusalem: Magnes Press, 1967], 32, 103; U. Cassuto, The Documentary Hypothesis [Jerusalem: Magnes Press, 1961], 15-41). La diferencia de estilo es considerado paralelo por las diferencias estilísticas ordinarias en los textos extra bíblicos del Cercano Oriente (véase Kenneth A. Kitchen, Ancient Orient and Old Testament [London: Tyndale Press, 1960], 207; E. J. Young, Introduction to the Old Testament, 3ra ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1964], 51). La supuesta diferencia en el orden de eventos, específicamente que los animales fueron creados antes de su nombramiento y después de la creación del hombre (Gn 2:19), se desvanece sobre la base que la palabra “formó” en Gn 2:19 puede igualmente ser traducida “había formado”, porque tiempo perfecto del verbo Hebreo cumple doble función para ambos, el tiempo pasado y el pluscuamperfecto (véase G. C. Aalders A Short Introduction to the Pentateuch [London: Tyndale Press, 1949], 44; G. L. Archer, Jr., A Survey of Old Testament Introduction [Chicago: Moody Press, 1964], 118; Kitchen, 118)

[7] No hay diferencia de opiniones sobre este punto entre los intérpretes

[8] Eichrodt, Menschenverständnis, 35, habla de la “igualdad notable entre el hombre y la mujer ante Dios… en que ella es designada por Dios como la suplementación igual del hombre [Gn 2:18], en que ella también es creada a la imagen de Dios; por lo tanto, ella tiene parte en el lugar especial asignado al hombre sobre la naturaleza

[9] Así correctamente con Trible, “Depatriarchalizing in Biblical Interpretation“, JAAR 41 (1973): 35, en contra de Westermann, Genesis, 301

[10] Schmidt, Die Schöpfungsgeschichte der Priesterschrift, 200; Westermann, Genesis, 309.

[11]  Éxodo 18:4; Deuteronomio 33:7; Salmo 20:3; 121:2; 124:8; 146:5; Daniel 11:34

[12] Salmo 121:2, 124:8, 146:5; Deuteronomio 33:7, 26, 29.

[13] So Speiser, Genesis, en Anchor Bible Commentary (Garden City, NY: Doubleday, 1964), 17.

[14]  Este punto es hecho correctamente por J. G. Thomson, “Sleep: An Aspect of Jewish Anthropology”, Vetus Testamentum 5 (1955): 421-435.

[15] Aunque la materia prima misma no es idéntica, esto no elimina el hecho que el hombre y la mujer son hechos de una materia prima divinamente escogida.

[16] C. F. Keil, The First Book of Moses (Genesis) (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1949), 1:89

[17] 7 Elena G. de White, Patriarchs and Prophets, 46: “Eva fue creada de una costilla tomada del costado de Adán, significando que ella no era para controlarlo como la cabeza, ni para ser pisoteada bajo sus pies como una inferior, más para pararse a su lado como una igual, para ser amada y protegida por “él”. Trible, 37: “La costilla significa solidaridad e igualdad”.

[18] La traducción de “ahora” para ha-pa’am, es difícilmente suficiente. Debería ser traducido como “al fin” con NEB, NAB, NJV y Holladay, A Concise Hebrew and Aramaic Lexicon, 295.

[19]  El cambio del nombre de Jacob a Israel (Gn 32:29) indica su nueva existencia, en implica la naturaleza y la misión del portador del nombre. La asignación de los nuevos nombres de Daniel y de sus tres compañeros (Dn 1:7) establece la autoridad y el poder de los babilonios sobre los jóvenes exiliados.

[20] A veces, el verbo “llamar” está ausente en el nombramiento; pero, el sustantivo esencial “nombre” está siempre presente (cf. Gn 32:29)

[21] Con Trible, 38.

[22] Keil, The First Book of Moses, 89. Cf. notas de arriba 1-4.

[23]  Términos usados por Muilenburg, JBL 88 (1969): 9.

[24] Elena de White, The Story of Redemption (Washington, DC: Review and Herald, 1947), 31.

[25]  1 Crónicas 29:12; 2 Crónicas 20:6; Salmo 22:29; 89:10; 103:19; Jueces 8:23

[26] Génesis 45:8, 26; Josué 12:2, 5; Jueces 8:22, 23; 9:2; 14:4; 15:11; 2 Samuel 23:3; 1 Reyes 5:1; Isaías 3:4, 12; 14:5; 16:1; etc.

[27] Para deducir superioridad a la parte del hombre por cuestiones de estadísticas

(las mujeres no actuaban tanto como el hombre) es precario

[28] 9 Elena G. de White, Testimonies for the Church, 3:484, interpreta que Adán debería regir sobre Eva en términos de la relación de esposo/esposa en el hogar, de esta manera: “Mas después del pecado de Eva, como fue ella primera en la transgresión, el Señor le dijo a ella que Adán debería regir sobre ella. Ella era para estar en sujeción a su esposo, y esta fue parte de la maldición” (los itálicos son míos). En Patriarchs and Prophets, 58, ella escribe, “Ellos (Adán y Eva) hubieran estado siempre en armonía uno con el otro; pero, el pecado había traído discordia, y ahora su unión podría ser mantenida y su armonía preservada solamente por sumisión de parte de uno al otro… ella había caído en la tentación al separarse de su compañero, contrario a la dirección divina. Fue por su solicitación que Adán pecó, y ella estaba ahora colocada en sujeción a su esposo” (la cursiva es para énfasis).

[29] Éxodo 21:17; Levítico 20:9; Deuteronomio 21:18-21; 27:16

[30] Proverbios 19:26; 20:20; 23:22; 30:17

[31]  Véase particularmente M. Löhr, Die Stellung des Weibes in Jahwe-Religion und Kult (Leipzig, 1908); C. J. Vos, Woman in Old Testament Worship (Kampen: Kok, 1968); Th. C. Vriezen, An Outline of Old Testament Theology (Newton, MA: Brandford, 1970), 412.

[32] Elena de White, The Desire of Ages (Miami, FL: Pacific Press Publishing, 1973), 671

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